miércoles, 16 de octubre de 2013

Es tan culpable el que ordeña la vaca como el que mantiene la lata





Este refrán es sin duda una adaptación canaria de aquel foráneo que dice "Tanta culpa tiene el que mata la vaca como el que le amarra la pata". Es conocido que antes de la llegada de los castellanos, tan sólo existía en las islas ganado menor (cabras, ovejas y cerdos), y será a partir de la conquista cuando se introducen en el archipiélago determinadas especies de ganado mayor (vacas, caballos, burros y dromedarios), absolutamente desconocidos en la sociedad prehispánica.

Las referencias documentales que se tienen es que buena parte de este ganado mayor se encomendó al cuidado de algunos esclavos moriscos capturados en las vecinas costas de África, dado que los naturales no conocían de su cuidado. Desde los primeros años de la conquista se tiene noticias de un escaso ganado vacuno, que dio lugar a dos oficios conocidos: "boyero" y "vaquero". Los primeros pastoreaban de día los bueyes, y los segundos las vacas de día y de noche, no pudiendo en ningún momento separarse de las vacas, salvo para ir a buscar de comer, y se hacían responsables de los daños que causasen en las dehesas y en los cultivos de "pan sembrar" (cerealeros), y si una vaca moría, tenía que probar al amo la pérdida de la res "con el hierro o con la señal o con un pedazo del parramento", o de lo contrario, habrían de pagar la vaca.

La vaca despertó un cierto cariño maternal, no sólo por ser el animal que mayor cantidad de leche aporta a los seres humanos, sino porque el pastor convivió con ella día y noche, y le mostraba todo su cariño luchando por mantenerla con vida. La costumbre ancestral en las islas es que una vaca era llevada al matadero sólo cuando ya estaba mayor y no daba la cantidad de leche esperara. Eso sí, aprovechaban de ella su carne, muy dura como muchos recordamos.

Probablemente esta convivencia que a lo largo de los siglos mantuvo el pastor con su vaca, velando por su pervivencia, influyó en el ánimo del canario para enmendar el refrán foráneo y sustituirlo por el que en las islas conocemos, que hace referencia a la corresponsabilidad que había en el ordeño, entre quien ordeñaba la vaca y quien mantenía la "lata" para recoger la leche. En Canarias no es habitual amarrar las patas a la vaca cuando se ordeña, y si bien hay muchos pastores auténticos artistas, autosuficientes para mantener la "lata" con sus piernas, otros muchos precisaron que se la mantuvieran, no fuera que la vaca le diera una patada y tirara la leche.

El cierre final de la sentencia con la palabra "lata", además de buscar cierta rima, nos aproxima a los "baldes": «recipiente de metal u otra materia, en forma de cono truncado invertido y con un asa central que une los dos puntos más distantes de la circunferencia del borde superior», que eran fabricados artesanalmente por los "latoneros".

La generalización del decir a la sociedad, es muy clara. Dice que tanta culpa tiene el que comete un acto dañino, como el colaborador necesario que lo consiente , lo instiga, o lo ordena, pues en todos anida el deseo de cometerlo. Actualmente, en el pensamiento de todos están aquellos que han mantenido la "lata", y que pretenden "escaquearse", como por aquí decimos, y que son cómplices: Participantes o asociados en crimen o culpa imputable a dos o más personas.

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