viernes, 25 de octubre de 2013

Lo dulce se vuelve amargo cuando más a gusto está





Nos dice de aquellas situaciones que se dan en la vida por las que cada persona hace una apuesta en busca de su felicidad, y cuando menos se espera un golpe de mala fortuna echa por tierra todas sus ilusiones. Es por tanto un decir que trata de prevenirnos del exceso de optimismo, que está a un sólo paso del más absoluto pesimismo, de pasar del sabor dulce al amargo.


Cabe entender que su origen pudo estar en la situaciones límites, y valga de ejemplo el triste recuerdo reciente de los inmigrantes africanos muertos al intentar llegar a la isla italiana de Lampedusa. Tenían todas sus ilusiones puestas en llegar a la "tierra prometida", donde alcanzarían la alegría de una dulce vida, y en un instante de la noche el fuego convierte todas sus alegrías en amargura.


En la segunda quincena del mes de agosto 1919, aproximadamente muchos canarios iniciaban su emigración hacia otra isla, Cuba, donde se las habían prometido muy felices. Unos subieron al vapor Valbanera en Gran Canaria, otros en Tenerife y los últimos en La Palma, y todos, cuando dejaban atrás la isla bonita el día 21 y partían con destino a San Juan de Puerto Rico, llevaban como equipajes unas pocas mudas para los primeros días en tierra, además de muchas ilusiones y alegrías porque en Cuba esperaban alcanzar una vida más dulce, para ellos y para los familiares que aquí dejaban.


El vapor trasatlántico Valbanera con sus 122 metros de la naviera Pinillos Izquierdo, había hecho escala en las islas procedente de Barcelona, con escalas intermedias en Valencia, Málaga y Cádiz, y su oferta para embarcar por 75 pesetas para la travesía de Canarias a La Habana en la clase "Emigrantes" era irrenunciable, aunque fueran prácticamente "apilados" en los entrepuentes de las bodegas y en literas metálicas de pisos; era la oportunidad de sus vidas, otros muchos que lo intentaron no consiguieron el billete y quedaron en tierra. Otros, unos pocos, se colaron como polizones.


Las incomodidades del largo y difícil viaje comienzan a volverse dulces cuando tocan el primer puerto en Santiago de Cuba. En aquel instante muchos canarios aunque no fuera su puerto de destino, ya no soportan más travesía y optan por dar por terminado aquí su viaje y tocar con sus manos las alegrías soñadas cuando el vapor descargaba las cebollas que traía de Lanzarote. No imaginaron que fue la mejor decisión que tomaron en sus vidas, y las saladas lágrimas que pudieran soltar por esas cebollas se volverían días después de tristeza, pero dulces por seguir vivos. Algunos sostienen que fue una decisión obligada, porque el vapor iba escorado y las nubes eran amenazantes.


Cerca de cuatro centenares de canarios decidieron seguir su travesía a su destino final, hasta el puerto de La Habana que el billete les cubría, y donde habían depositado todas sus esperanzas de conseguir trabajo y dinero para la familia que habían dejado atrás. A partir de aquí las causas y circunstancias que rodearon el hundimiento del vapor Valbanera son uno de los secretos que guarda el mar de las Antillas. Se sabe por avistamientos de otros barcos que el temporal de la noche del 9 de septiembre de 1919 pudo embarrancarlo en un arenal cercano a La Habana, sin que pueda determinarse si hizo algún intento de amarrar en el puerto; o que lo fuera por no obtener la asistencia de prácticos dado el fuerte huracán.


Se especula que en pocos minutos sus luces se perdieron entre la lluvia y los embates de agua del mar, y que sus restos se descubrieron sobre un arenal sobresaliendo el palo trinquete y dos pescantes de botes salvavidas, de donde se supone que no medió tiempo e intento por lanzar los botes. En unos pocos instantes "Lo dulce se vuelve amargo cuando más a gusto está", a unas pocas millas de la "tierra prometida". No vale ni el triste consuelo de que este temporal hundió otros seis grandes buques en sus proximidades.


Historias como esta hubo otras, no de igual magnitud, pero todas de alguna forma han influido en ese decir. Son algo así como el "bienmesabe", que como su propio nombre dice es de muy buen sabor, agradablemente dulce. Es la suma de los sabores de las almendras del país, de Tejeda o Valsequillo, las yemas de huevo, el azúcar, el limón, la canela y ese punto de agua.


Y cuando estamos saboreando esa exquisitez de sabor dulce, en raras ocasiones cuando la mala suerte nos toca, se colapsan nuestras papilas gustativas al cruzarse una pequeña parte de una almendra amarga, de esa variedad del almendro silvestre llamado Prunus Amara, de sabor extraordinariamente desagradable debido a eso que los químicos llaman benzaldehído, por la descomposición de la amigdalina. Pero al margen de tanto nombre científico, en una pequeña fracción de tiempo pasamos del apreciado sabor dulce al odiado sabor amargo, que nos destroza los músculos risorios de nuestra cara para inmediatamente lanzar un obligado "escupitazo". No moriremos por esa dosis, pero habremos probado el sabor de la muerte que se llevó a tantos canarios hacia el fondo de los mares el Valbanera.



No hay comentarios:

Publicar un comentario