jueves, 24 de octubre de 2013

No te cojas las cosas a pecho





Probablemente el origen de este decir guarde relación con el esfuerzo físico que el canario realizaba en determinados trabajos. En las islas son muchos los vestigios del paso del hombre, y adquieren su mejor valoración cuando reparamos en el esfuerzo humano que su realización en tiempos pretéritos debió demandar, cuando los auxilios  mecánicos eran prácticamente inexistentes.



Sólo pensar en cómo pudieron subir nuestros aborígenes los grandes palos a sus cuevas en riscos y solapones. Ya más próximos a nuestros tiempos, recordar el esfuerzo que hicieron los canteros para trasladar los grandes bloques de piedra a los labrantes, o el número de hombres, bestias y esfuerzos que fueron necesarios para construir tanta pared de piedra que escalonadamente forman las cadenas que cubren las laderas para su aprovechamiento agrícola. Sin olvidar, la incalculable cantidad de racimos de plátanos cargados.



En ese esfuerzo humano, la experiencia decía que había que tomar con serenidad y decisión la piedra o el racimo y levantarlo para descansarlo en el hombro. La parada en el pecho era un claro indicador de que se había iniciado mal el levantamiento, y que el segundo esfuerzo desde el pecho era una tarea casi imposible. Se producía el "parón" perdiéndose la inercia del impulso inicial, y la parada en el pecho castigaba el lumbago. Muchas mañas se aprendieron, y la piedra pasaba directamente al hombro del peón de carga que se situaba en un andén inferior, y el racimo desde el mismo corte de la platanera al hombro del jornalero.



De ese enorme esfuerzo y la inconveniencia del pecho humano para soportar cargas físicas, se llega a la carga psíquica que supone soportar las "inconveniencias" de las imprudentes y desafortunadas manifestaciones de los "conocidos". Éstos, cuando advierten que lo dicho ha motivado en nosotros un singular "parón en seco", con un silencio de "mosqueo", y no sólo porque de tanto silencio se puedan oír las moscas,  sino también del reflexivo verbo "mosquearse", o lo que es lo mismo, «Resentirse por el dicho de otra, creyendo que lo ha proferido para ofenderle», es cuando para espantar ese mosqueo, esas "moscas", el conocido como quien pone un ungüento "curalotodo" dice aquello de Chacho, "No te cojas las cosas a pecho".



Pero ya nuestro pecho está tan encendido, está tan hinchado, mucho más después del decir, que dentro se nos queda un "berrinche" que acaba como si una de esas imaginarias moscas nos rozara y descargamos al aire la fuerza contenida en nuestros brazos, acompañada de esa otra gentil frase que más de uno dirá: "la madre que te trajo". Así somos de comprensivos.




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