domingo, 13 de octubre de 2013

Para que llore yo, que llore la talla



Cuando de nuestros ojos emergen las saladas lágrimas, nos acontece un sentimiento de dolor, miedo, tristeza o alegría, o también cuando hay coraje y tensión contenida. En ocasiones lloramos por contagio, cuando alguna persona muy próxima irrumpe en el llanto.

Muchas son las personas que se resisten a llorar, y entre ellos deben estar aquellos loceros que crearon este decir. Unos lo hacen simplemente porque no les gusta, o porque de niño aprendió que ello era una muestra de debilidad, aunque pueda estar reprimiéndose. Otras muchas son las personas que lloran porque son muy sensibles. Hombres y mujeres manifiestan así sus sentimientos para después respirar tranquilas llenando de aire nuevo sus pulmones.

La referencia a la "talla", canarismo con el que llamamos a la «vasija grande de barro cocido, mucho más ancha por el medio que por el fondo y la boca, que se usa para transportar y guardar el agua para beber», tiene su explicación.

Según me ha contado el amigo Antonio Jiménez Medina, coautor del libro "Historia de la alfarería tradicional en Hoya de Pineda", esta expresión referida a las tallas o bernegales que rezuman o minan agua por los poros de las paredes de las vasijas, lo es por un defecto en su elaboración, debido al uso de mucha arena en la mezcla con el barro. Y el dicho nació dentro de estos singulares artesanos, cuando manifestaban que «prefieren que se mine una talla, a que llore o sufra la locera, o el que vende la loza».

Expresa también el sentimiento de coraje y contención de lágrimas que recoge la imagen correspondiente al duelo del 16 de noviembre de 1911 en Las Palmas de G.G. El día anterior dentro de una tensa jornada electoral, en el colegio electoral de Molino de Viento se suceden discusiones entre apoderados sobre la validez o no de los votantes, y un notario llevado por la oposición, es conminado a abandonar el local.

La falsa noticia de la detención del republicano federal José Franchy y Roca provocan que numerosos obreros acudan a las puertas del colegio, la guardia civil hace acto de presencia y junto a guardias municipales custodian la entrada del colegio. Al cerrarse las urnas a las cuatro de la tarde, una piedra cae al pie de los guardias que, sin previo aviso, disparan sus Máussers 463 a los concentrados, muriendo seis personas, todos ellos trabajadores de La Isleta.

Sin apartarnos del profundo sentimiento de los loceros que crearon este decir, como canta Juan Manuel Serrat en su "Pueblo blanco": «... si te toca llorar, es mejor frente al mar».

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